viernes, 7 de agosto de 2009

Partidos políticos locales ¿ventaja o desventaja?

Puedo hablar de mi experiencia ciudadana en un cantón de San José que ha sido gobernado por un partido político local ya por varios años.

La expectativa que crea el apoyar a vecinos que forman un partido político es mucha. Estos son parte primordial de una sana institucionalidad democrática en un país, una democracia participativa llevada al punto más cercano del ciudadano, su propio entorno, su comunidad. Sin embargo, muchas veces esa expectativa es traicionada. Normal, dirían los más escépticos de la calidad moral de la clase política, pero no es así, no debería considerarse normal.

Costa Rica es un país con una fuerte tradición democrática, y dentro de esa cultura política democrática existen fuertes hechos históricos que datan ya de décadas. Dos grupos claramente definidos en la política nacional, los liberacionistas y los anti liberacionistas. En el segundo grupo la gente tiene diferentes motivaciones: como el anti liberacionismo histórico o también conocido como “calderonismo” (por su afinidad al Dr. Calderón Guardia) y otros, que no son pocos, los que son anti liberacionistas por cálculo político.

En el caso de la política cantonal o comunal, estos arraigos a las raíces de nuestra cultura política se ven elevados a una complejidad mayor. Hay quienes quieres creen que ser independientes les ofrece una ventaja, pero pregunto: ¿hay tal ventaja?

Puedo afirmar sin temor que el sentido de pertenecía y la orientación ideológica de los partidos políticos a nivel nacional, como el PLN, obligan a un compromiso diferente a quienes aspiran a un cargo público, que no lo tienen (o al menos no deberían tenerlo) los que integran partidos locales o cantonales.

En el caso particular de la ética y la disciplina interna de un partido, así como la posibilidad de capacitación y apoyo estructural, se obliga a la gente a pasar por una especie de “crisol” político. No es fácil que la gente que aspire a representar a un partido tenga la paciencia, el temple y la convicción de atravesar por todo lo que implica la inserción dentro de la estructura formal del partido, a menos que tenga plena certeza de que reúne las condiciones para llegar a luchar por su comunidad en el gobierno local.

No me ciego, eso sí, ante la realidad de que existen problemas que pueden tener estos aspirantes de partidos nacionales en los gobiernos locales, uno de ellos sería tomar dichos puestos solamente como un escalón más en su carrera política, que el partido les puede ofrecer. Sin embargo, quienes así actuaran corren el riesgo que, por un eventual mal desempeño, este mismo puede ser su último puesto de elección popular. Deben destacar si quieren seguir escalando. La ambición, en el buen sentido de la palabra, es beneficiosa entonces para la comunidad.

En el caso de quienes se aprovecharen de su puesto para su propio beneficio o cometan delitos, podrían ser sometidos a juicios éticos por parte de las estructuras internas de los partidos. ¿Qué puede pasarle a quienes son jueces y parte en sus propias pequeñas estructuras partidarias? ¿Quién, salvo sus propias conciencias, puede exigirles, controlarlos y, si amerita, sancionarlos? ¿Qué pasa si ese funcionario de un partido “independiente” favorece a sus amigos, copartidarios y/o familiares en su gestión pública?

La ética, la buena voluntad o la buena fe de quienes aspiran a cargos públicos, sean de partidos tradicionales a nivel nacional o locales, son los atributos que debemos discernir entre los candidatos que aspirarán a puestos en el próximo proceso electoral, no importa sólo la tradición partidista o la supuesta independencia, lo que importa realmente es la transparencia, la honestidad y la capacidad de los aspirantes.